escrita por el periodista y escritor poblano Pedro Ángel Paluo García
El ejército que defendía Puebla era una especie de asamblea nacional
Compuesta de contingentes militares, diputados por la mayoría de las
Entidades federativas y que rivalizaban en entusiasmo y valor. La defensa
Fue heroica, según las confesiones unánimes de los oficiales franceses que
Han declarado ante la historia; sus episodios enorgullecen y conmueven;
Con ellos puede formarse un devocionario de mexicanismo épico para
Preparar a las generaciones nuevas a la comunión cívica en la República y la
Patria. El juicio definitivo lo pronunciaron los franceses que, ante la rendición
De Metz, gritaron a Bazaine: ¿Por qué no hicisteis como los mexicanos en
Puebla?
-Justo Sierra-
Hace 41 años, durante la ceremonia del Centenario del Sitio de Puebla, el discurso oficial. Era el entonces Secretario de Educación Federal, el escritor jalisciense Agustín Yáñez, quien tituló a sus palabras de entonces, La voluntad heroica. No somos muy distintos a quienes lo escucharon los hombres y las mujeres de ahora y estamos, lo creo fehacientemente, más necesitados de lo que nuestros mayores llamaban lecciones de historia patria. Las mujeres y los hombres de ésta República seguimos buscando la igualdad social y de oportunidades, la justicia, la democracia y el respeto a los otros y las otras. Creemos en un bien verdaderamente común a todos y todas, no sólo común a aquellos que ya poseen bienes, conseguido en décadas de luchas históricas que han abatido indubitablemente ancestrales rezagos. ¿Qué es sino, también, ejercer el gobierno sino reconocer el largo camino andado por quienes nos antecedieron en la brega por la construcción de este amado país? Nuestras identidades se han hecho, precisamente, en cada una de estas fechas que conmemora la efemérides. Lo mejor que tenemos y que somos debe, sin duda, sus mejores cartas a las lecciones bien aprendidas del pasado. El Sitio de Puebla, el más largo de la historia, superior a Numancia y Sagunto o Zaragoza, duró sesenta y dos días y lo soportaron estoicamente el ejército y la población civil. La gloria victoriosa del 5 de mayo de 1862 vela el holocausto glorioso del 17 de mayo de 1863, y cuenta tanto como la derrota en los Fuertes de Loreto y Guadalupe del ejército más poderoso del mundo, el haberlo resistido. Como afirma Yánez, entre las naciones como en los individuos el carácter se forja más a golpes de adversa, que de próspera fortuna; el ánimo colectivo alcanza fortaleza y la dispone al heroísmo cuando ante los reveses distiende la voluntad a extremos descomunales que parecen sobrehumanos. Recapitulemos.
Las fuerzas francesas se replegaron al estado de Veracruz, después de la batalla del 5 de mayo de 1862. Allí, sin temor de ser atacadas por las mexicanas, aguardarían los refuerzos que en su auxilio les enviaría el emperador Napoleón III.
El Cuerpo del ejército de Oriente no se daba un momento de reposo en su tarea de reorganizarse y fortalecerse aún más. El éxito de la jornada del 5 de mayo, había levantado ánimos e infundido grandes esperanzas. Pero todos, generales y oficiales, no podían menos de estar seguros de que ese triunfo había de encarnizar más la lucha, pues era natural que el ejército francés quisiera reconquistar su legendario prestigio. Nadie dejaba de reconocer la fuerza militar de la Francia y menos aún el valor de los soldados invasores. Era necesario entonces anteponer el entusiasmo con calma y prudencia. De esta manera comprendía la situación Ignacio Zaragoza, general en jefe del Cuerpo del Ejército de Oriente.
Detener al invasor todo el tiempo posible dando oportunidad a la nación para que adoptara una actitud de defensa, fue la mira que tuvo el general Zaragoza al idear su plan de fortificar el recinto de la ciudad de Puebla. La muerte, ocurrida el 8 de septiembre, le impidió ver concluido su plan y su sucesor, Jesús González Ortega, tuvo la gloria de dar cima a la empresa.
El plan de fortificación adoptado por Zaragoza consistió en la construcción de un sistema de fuertes y en fortificar cuatro zonas de manzanas. Los fuertes fueron nueve: Guadalupe, Loreto, Demócrata, Iturbide, Morelos, Hidalgo, Ingenieros, Zaragoza e Independencia.
Las fortificaciones fueron construidas sin mucho dinero pero sí con mucho esfuerzo. Podríamos decir que el ejército defensor de Puebla no era una fuerza regular.
Jesús González Ortega, general en jefe del ejército mexicano, era un patriota que sólo por las circunstancias abrazó la carrera de las armas. No era un militar de profesión. Sin embargo había alcanzado prestigio por el éxito obtenido en muchas de sus acciones.
Antes del 5 de mayo de 1862, el ejército francés se había formado un juicio sobre la expedición que emprenderían. Los informes que de México tenían hacían pensar que sojuzgar a la República de México era empresa fácil y a Napoleón III se le había hecho creer que los mexicanos todos clamaban por la intervención.
Después del desastre del 5 de mayo, tuvieron que modificar sus ideas. Los franceses pensaron más en serio en el problema y desecharon su optimismo. El México con que el que se enfrentarían no era el de 1846 o el de 1847, y tampoco era el del año anterior.
Cuando Francia inició la intervención, México acababa de pasar por la revolución de Reforma que había creado un anhelo nacionalista ante el cual se estrellaron las armas francesas. Fue el muro de ese anhelo republicano de construir instituciones sólidas y un país próspero y justo para todos un muro infranqueable.
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