Claudia Morales.
Muchos niños son discriminados por su edad, más de un tercio de la población no considera que los niños tengan derechos por ley; pero además esa población enfrenta niveles de discriminación más profundos, relacionados con su sexo, etnicidad, residencia o el ingreso de su familia, son algunos de los datos que la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (Enadis 2010) Resultados sobre niñas, niños y adolescentes, da a conocer este mes de octubre.
Esta encuesta fue elaborada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia-México y el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, para sondear las percepciones y actitudes de la sociedad hacia la infancia y adolescencia (representan 33% de la población en México y son cerca de 37 millones de personas), y luego hace el mismo ejercicio con las miradas de niños y niñas de 9 a 11 años.
La encuesta fue aplicada del 14 de octubre al 23 de noviembre de 2010, visitando 13 751 hogares, que arrojaron información referente a 52 095 personas de 32 entidades federativas del país.
Uno de los aspectos que los resultados de la realización del estudio muestran (y que coinciden con algunos reportes internacionales) es que los niños dicen sentirse a gusto, felices, contentos, en la escuela; solamente después de la casa.
La casa y la escuela son espacios donde casi 100% de niños se sienten felices. Sin embargo, 2.3 y 5.1% se sienten tristes, enojados o con miedo en la casa y la escuela, respectivamente. En su calle y en su colonia es donde más sienten enojo, miedo o tristeza (17 y 14%, respectivamente).
El ámbito escolar tiene mayor nivel de obediencia que el familiar. Los docentes rebasan en 14 puntos porcentuales a los padres en cuanto a la obediencia que reportan las niñas y los niños (74 y 60%, respectivamente). En tanto que los compañeros de la escuela figuran con mejores niveles de atención en comparación con los hermanos (56 y 44%, respectivamente).
Tanto en el ámbito familiar como en el escolar, los niños muestran más valoración por las figuras de autoridad –maestros, maestras y progenitores– que las niñas. En cambio, ellas hacen más caso a sus compañeros de escuela y hermanos que los niños.
Estos datos que pudieran ser considerados como intrascendentes, si son capitalizados, resultan ventajosos en un sistema educativo con tantas deficiencias.
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