El conocimiento de las lenguas náhuatl, maya chontal y castellano, además de permitirle a la Malinche convertirse en una mujer de Estado en el Nuevo Mundo, la posicionó como un personaje que podría considerarse más que una faraute, una especie de embajadora, que tenía la posibilidad de decisión y de imponer su criterio en la transmisión de los mensajes.
En diversos códices como el Florentino y el Lienzo de Tlaxcala, Malintzin o Malinalli fue representada siempre en una posición más alta que los demás indígenas, quizá una prueba del rango y poder que llegó a alcanzar durante la Conquista, comentó el historiador y etnólogo Luis Barjau, al participar en el ciclo de conferencias conmemorativo a los 490 años de la caída de Tenochtitlan.
En el foro, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) Luis Barjau, en días recientes dictó la conferencia La presencia de la Malinche en la conquista de Tlaxcala y Cholula, donde opinó que fuera de miradas críticas y juicios que han definido a este personaje el arquetipo de la traición a la patria, debe ser considerada como la primera mujer indígena que se enfrentó a la posibilidad de la autocreación de su destino, durante un periodo extraordinario y fuera de lo común, como lo fue la Conquista de México.
Bajo esta premisa, en el Museo Nacional de Antropología, el historiador destacó el papel trascendental de la Malinche en el encuentro de las dos civilizaciones, cuya transformación de una mujer de servicio a traductora, se debió a su inteligencia y a la ayuda que brindó a Hernán Cortés para comunicarse con los indígenas.
El dominio de varias lenguas indígenas que tuvo la Malinche, dijo, contribuyó a que Cortés lograra llegar a Tenochtitlan, no sin antes pasar por Tlaxcala y Cholula, sitios que además de registrar importantes episodios de la Conquista, fue donde se definió la acción y personalidad de “Doña Marina”.
Luis Barjau, autor de La Conquista de la Malinche (INAH-Planeta/2009), obra que reúne más de una década de análisis e investigación en diversos archivos de México, Estados Unidos y España, detalló que Malintzin nació en Painala, poblado hoy desaparecido del actual estado de Veracruz.
“Sin embargo, no permaneció mucho tiempo ahí, puesto que en la adolescencia salió de ese lugar, y posteriormente llegó a Xicalanco, puerto de intercambio de Campeche, donde fue entregada con otras 19 mujeres a los chontales de Tabasco, tras resultar vencedores en un enfrentamiento”.
De acuerdo con el etnólogo, las mujeres eran usadas para hacer alianzas matrimoniales y acabar con los conflictos tribales. A la llegada de los españoles en 1519, en búsqueda de oro, en Centla, Tabasco, se originó la primera guerra entre los dos mundos, ante la defensa del territorio por parte de los indígenas; en ese lugar perdieron los chontales y en consecuencia tributaron a los conquistadores 20 mujeres, entre ellas la Malinche.
Luis Barjau, autor de La Conquista de la Malinche
“Ya con los españoles, Malintzin fue regalada al español Alonso Hernández Portocarrero, quien la empleó cerca de un mes, luego de que dicho capitán fue enviado a España con el primer cargamento de oro para Carlos V, por ello la Malinche volvió al lado de Cortés.
“En la playa de Chalchicue, en Veracruz, arribaron embajadores del emperador mexica Moctezuma para llevar tributo a los conquistadores; Cortés, al percatarse que Malintzin podía comunicarse con ellos, la empleó como su ayudante, cuya función principal fue la de traductora y en ese momento cambió su vida por completo”, indicó el historiador.
En ese sitio le fue entregado un códice a Cortés, documento que le permitió conocer un poco del sistema de tributo al que estaban obligados todos los vencidos por el pueblo mexica, los lugares y las deidades, aprendizaje que fue posible con ayuda de “Doña Marina”. Este documento es conocido como el Códice Acamapichtli, hoy desaparecido.
Barjau indicó que el dominio del náhuatl de la Malinche, se debió a que sus padres eran mexicas; en el siglo XVII un faraute (mensajero) era un embajador, quien tenía la posibilidad de decisión y de imponer su criterio en la transmisión de los mensajes.
El recorrido de los españoles, añadió Barjau, siguió por Tlaxcala, donde los señores —excepto Xicoténcatl el Joven, con quien libraron una batalla—, se unieron a ellos al ver la ocasión como una oportunidad de frenar el poderío que los mexicas ejercían sobre ellos.
De acuerdo con el historiador, fue en Cholula donde se aglutinaron las fuerzas; este sitio les recordaba a Valladolid, porque se trataba de un gran llano con cerca de 400 mezquitas, cuya gente portaba vestidos que les parecían tipo moriscos. En este punto Cortés dio gran importancia a la Malinche.
Lo anterior, dijo, debido a que en ese lugar una mujer le informó a “Doña Marina” que Moctezuma tenía muchos guerreros cercanos a la ciudad, que los citadinos tenían a sus mujeres y niños fuera; una vez descubierto el complot la Malinche se lo hizo saber a Cortés, quien apresó a un cholulteca para hacerlo confesar, y fue así que supo que era cierto.
Por tal traición, y de acuerdo a documentos escritos por Andrés de Tapia, Cortés atrajo a los principales señores y al ejército de Cholula a uno de los templos, con motivo de su despedida de la ciudad para continuar su camino, ahí los sentenció a muerte.
“Cortés exclamó: por esta maldad que tienen concertada morirán todos en señal de que son traidores, destruiré la ciudad sin que quede más memoria de ello, y así desató la matanza con ayuda de los tlaxcaltecas quienes quemaron y robaron todo a su paso”, refirió Luis Barjau.
A partir de ello, puntualizó, Cortés depositó toda su confianza en Malintzin, y por el recorrido que continuaría hacia Tenochtitlan hubo un sello de lealtad entre el marqués y la dama de la conquista, una unión estrecha, carnal, única. Incluso tiempo después en España se decía que Cortés se había válido de una india en la conquista del Nuevo Mundo.
Se trata de la primera mujer de aquella época que se hizo a sí misma, que aprovechó las oportunidades que tuvo enfrente, que llegó al tope del poder en el mundo en el que vivió, una mujer de Estado con una participación lingüística y política muy importante, una terrateniente que fungió como administradora de los tributos, luego de la caída de Tenochtitlan, concluyó el historiador.
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