La escuela de los animales, una fábula educativa
En un lejano y extraño país vivían, hace muchos años, unos animales muy especiales que dedicaban su existencia al noble arte de enseñar a otros animales. Les gustaba educar a los cachorros, cuanto más pequeños mejor, porque decían que era cuando mejor asimilaban sus enseñanzas.
Lo cierto es que, un día, estos animales decidieron crear una escuela donde sus pupilos asistirían regularmente y aprenderían todo lo que necesitaban para ser animales de provecho. Dotaron a su escuela de los mejores recursos de los que disponían... pero pronto empezaron los problemas.
Los pequeños animales no aprendían como ellos habían previsto y decidieron reunirse en un claustro para evaluar lo que estaba pasando. El cangrejo, que era profesor de manualidades, dijo que en vez de avanzar iban hacia atrás. El avestruz, maestra de inglés, prefirió esconder la cabeza bajo tierra, para no tener que decir lo que pensaba... tenía muchas manías por ser un ave que no sabía volar. El pez cirujano (Dory enBuscando a Nemo), el profesor de educación física, se olvidaba al momento de lo que estaban hablando. La mula, profesora de física, erre que erre, insistía sin descanso en que no pasaba nada, en que todo iba bien.
Así pasaban las horas y el claustro no conseguía ponerse de acuerdo en cómo arreglar la situación para que la escuela funcionase mejor. El profesor camaleón, especialista en pintura, cambiaba continuamente de opinión, según quien hablara. La profesora hormiga, la más trabajadora de toda la escuela, insistía en que debían seguir trabajando sin descanso; mientras que la maestra de canto, doña Cigarra, insistía en dedicarse a dejar pasar el tiempo disfrutando de la vida. El profesor perro y el profesor gato no dejaban de pelearse entre ellos. Mientras tanto, el más veterano de todos los animales de la escuela, don dinosaurio los miraba de reojo y solo esperaba que le llegara el tiempo de la jubilación.
El claustro era una jaula de grillos. De repente, el director del centro el señor ornitorrinco decidió intervenir. Era un animal muy especial, una mezcla poco habitual de distintos animales que le otorgaba la condición de ser muy asertivo con el resto de los animales. El señor ornitorrinco pidió la palabra y explicó:
-La única manera de que consigamos averiguar lo que sucede en nuestra escuela es trabajar en equipo como si fuéramos una bandada de estorninos o un banco de peces. Solo dejando de lado nuestras manías personales, trabajando en colaboración, destacando lo que une y no lo que nos diferencia... solo así crearemos una escuela mejor. Y así lo hicieron y sus alumnos lo agradecieron.
Moraleja: Todos tenemos una manera personal de hacer las cosas pero trabajando en equipo, sumando nuestras inteligencias y nuestras fuerzas, conseguiremos mejorar nuestras escuelas.
Colorado, colorín... esta fábula ya tiene fin.
Lo cierto es que, un día, estos animales decidieron crear una escuela donde sus pupilos asistirían regularmente y aprenderían todo lo que necesitaban para ser animales de provecho. Dotaron a su escuela de los mejores recursos de los que disponían... pero pronto empezaron los problemas.
Los pequeños animales no aprendían como ellos habían previsto y decidieron reunirse en un claustro para evaluar lo que estaba pasando. El cangrejo, que era profesor de manualidades, dijo que en vez de avanzar iban hacia atrás. El avestruz, maestra de inglés, prefirió esconder la cabeza bajo tierra, para no tener que decir lo que pensaba... tenía muchas manías por ser un ave que no sabía volar. El pez cirujano (Dory enBuscando a Nemo), el profesor de educación física, se olvidaba al momento de lo que estaban hablando. La mula, profesora de física, erre que erre, insistía sin descanso en que no pasaba nada, en que todo iba bien.
Así pasaban las horas y el claustro no conseguía ponerse de acuerdo en cómo arreglar la situación para que la escuela funcionase mejor. El profesor camaleón, especialista en pintura, cambiaba continuamente de opinión, según quien hablara. La profesora hormiga, la más trabajadora de toda la escuela, insistía en que debían seguir trabajando sin descanso; mientras que la maestra de canto, doña Cigarra, insistía en dedicarse a dejar pasar el tiempo disfrutando de la vida. El profesor perro y el profesor gato no dejaban de pelearse entre ellos. Mientras tanto, el más veterano de todos los animales de la escuela, don dinosaurio los miraba de reojo y solo esperaba que le llegara el tiempo de la jubilación.
El claustro era una jaula de grillos. De repente, el director del centro el señor ornitorrinco decidió intervenir. Era un animal muy especial, una mezcla poco habitual de distintos animales que le otorgaba la condición de ser muy asertivo con el resto de los animales. El señor ornitorrinco pidió la palabra y explicó:
-La única manera de que consigamos averiguar lo que sucede en nuestra escuela es trabajar en equipo como si fuéramos una bandada de estorninos o un banco de peces. Solo dejando de lado nuestras manías personales, trabajando en colaboración, destacando lo que une y no lo que nos diferencia... solo así crearemos una escuela mejor. Y así lo hicieron y sus alumnos lo agradecieron.
Moraleja: Todos tenemos una manera personal de hacer las cosas pero trabajando en equipo, sumando nuestras inteligencias y nuestras fuerzas, conseguiremos mejorar nuestras escuelas.
Colorado, colorín... esta fábula ya tiene fin.
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